EL CREDO DEL SAMURAI
- juancruzcampomar
- 19 sept 2016
- 2 Min. de lectura
No tengo parientes, Yo hago que la tierra y el cielo lo sean. No tengo hogar, Yo hago que el shintao lo sea. No tengo poder divino, Yo hago de la honestidad mi poder divino. No tengo medios, Yo hago mis medios de la docilidad. No tengo poder mágico, Yo hago de mi personalidad mi poder mágico. No tengo cuerpo, Yo hago del estoicismo mi cuerpo. No tengo ojos, Yo hago del relámpago mis ojos. No tengo oídos, Yo hago de mi sensibilidad mis oídos. No tengo extremidades, Yo hago de la rapidez mis extremidades. No tengo leyes, Yo hago de mi auto-defensa mis leyes. No tengo estrategia, Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia. No tengo ideas, Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas. No tengo milagros, Yo hago de las leyes correctas mis milagros. No tengo principios, Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios. No tengo tácticas, Yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas. No tengo talento, Yo hago que mi astucia sea mi talento. No tengo amigos, Yo hago de mi mente mi amiga. No tengo enemigos, Yo hago del descuido mi enemigo. No tengo armadura, Yo hago de la benevolencia mi armadura. No tengo castillo, Yo hago de mi mente inamovible mi castillo. No tengo espada, Yo hago de mi no mente mi espada.
Las batallas entabladas entre samurais se iniciaban al son de arcos y de gritos y se proseguían en medio de alardes y desafíos y semejaban un convencional torneo de esgrima. El samurai, equipado con una suntuosa armadura forrada de oro y plata, era un maestro en el manejo del arco y del sable—ese largo sable de combate que medía hasta cinco pies de largo; el sable corto estaba reservado para decapitar al adversario vencido o para hacerse el harakiri. Los sables forjados por los artesanos japoneses lian sido difícilmente superados.

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